viernes, mayo 26, 2006

Revisión por pares de tus clases

Los profesores Barbara Sommer y Bob Sommer, del departamento de sicología del campus de Davis de la Universidad de California (EE.UU.) describen la experiencia que han llevado a cabo en su universidad, denominada "El club de la clase". Traducido del original en inglés.


El club de la clase

Es muy raro que un profesor asista a la clase de un colega en la universidad. Nosotros, que sumamos un total de 75 años de experiencia docente en doce universidades, no lo habíamos hecho jamás. No tenemos experiencia de primera mano sobre cómo interaccionan nuestros colegas con sus estudiantes, cuánto animan o desaniman a participar en sus clases, cómo utilizan la tecnología, o si conocen los nombres de sus estudiantes. Ningún colega nos ha preguntado nunca si podía asistir a una de nuestras clases para estudiantes de grado. ¿Qué podríamos ganar personalmente al invitar a un colega a que asista a una clase normal? Somos profesores con experiencia; para nosotros, enseñar en cursos de grado es rutinario, y cada cuatrimestre tenemos que recoger la respuesta de los estudiantes a nuestros cursos a través de las evaluaciones de nuestra docencia que los estudiantes rellenan al final del cuatrimestre. Tenemos realimentación de los más directamente afectados por el rendimiento de nuestro trabajo en el aula; los comentarios de un vistitante ocasional, que no conoce el contexto e incluso puede desconocer la materia, podría parecer una imposición innecesaria a primera vista.

La evaluación es estresante, tanto para el evaluador como para el evaluado. Rechazaríamos colocar a un colega en la situación de tener que realizar un crítica honesta de nuestras interacciones con los estudiantes. Si el individuo fuese del mismo campo, la clase le resultaría elemental, y si fuese de otro campo (por ejemplo ingeniería mecánica o nutrición), el material podría parecerle incomprensible, ya que el visitante no habría asistido a las clases previas, ni leído el libro, y ni siquiera conocería el vocabulario. Por ello, es comprensible que los profesores no asistan a las clases de sus colegas, dadas las responsabilidades, prioridades y sensibilidades del profesorado.

Cuando se requiere realizar juicios de la competencia docente como parte de la evaluación de méritos o para conceder premios que valoren los mejores docentes, aquéllos suelen basarse en las encuestas de los estudiantes en lugar de en observaciones de primera mano. Pero, ¿qué hacen realmente estos profesores en sus clases? A partir de las cartas de apoyo de unos cuantos estudiantes podemos saber cómo describen a sus profesores. Hemos leído muchos artículos sobre las características de la buena docencia. Los buenos profesores conocen bien su materia y se entusiasman con ella. Son respetados por sus estudiantes en clase. Son organizados, se expresan con claridad, explican los temas de manera concienzuda y atractiva, y están siempre dispuestos a responder preguntas.

Pero hay razones para dudar sobre la aplicabilidad de estos datos generales a un individuo concreto. En un estudio realizado en nuestro campus, un grupo de estudiantes voluntarios visitó clases y registró la cantidad y naturaleza de la interacción entre estudiantes y profesores. Un observador visitó una gran clase de un profesor considerado como uno de los mejores del campus. El informe del observador no registró ni una sola interacción con los estudiantes. Los estudiantes confirmaron que el profesor daba clases de una hora en las que "actuaba" rápidamente, con ingenio y chispa, con una declamación y ritmo ejemplares, de manera minuciosa. Durante las clases no quería que se le interrumpiese. No atendía las manos levantadas durante su actuación, que se vendría abajo con esas intrusiones. El profesor siguió recibiendo evaluaciones muy positivas de sus estudiantes y se retiró con su reputación intacta. Otro profesor ganador de premios a la docencia tenía un despacho tan desordenado y caótico que no podíamos imaginarnos cómo podría organizar y ser efectivo en una clase. Sin embargo sus estudiantes tenían una gran consideración sobre su estilo personal y su interés por que ellos aprendiesen.

Estos informes nos hicieron dudar de la validez que se desprende de una única imagen de un profesor excelente, aunque ésta sea consistente. Desde la perspectiva de los estudiantes, los rasgos de entusiasmo, franqueza, respeto, humor y organización, no tienen por qué estar necesariamente ligados a una buena docencia. Un profesor que gane premios por su docencia podría tener alguno, pero no todos estos atributos, y poseer otros que son idiosincráticos. Al no poseer conocimiento de primera mano, éramos desconocedores de estos aspectos.

Obtuvimos mucha más información del Club de la Clase. El Teaching Resources Center del campus de Davis de la Universidad de California está encargado de mejorar la docencia en los cursos de grado. En anteriores años el profesorado que ganaba premios a la docencia era invitado a hablar sobre su forma de dar clase. Esta actividad restaba tiempo al profesor y nos proporcionaba esencialmente lo que no era más que "otra charla para los profesores". Para proporcionar conocimiento de primera mano sobre la forma de dar clase de un profesor, iniciamos las visitas a las clases en 2004. Preguntamos a profesores que habían ganado premios por su docencia si permitirían que otros profesores asistiesen a una o dos de sus clases durante una semana determinada. Los siete profesores con los que contactamos nos dieron permiso para visitar sus clases. Se difundió información sobre el Club de la Clase entre los profesores de la lista de correo-e del Teaching Resources Center y en un artículo del periódico del campus.

Se ofreció a los miembros del Club de la Clase la opción de asistir a una clase. Los visitantes se sentaron al final del aula para observar y luego se reunieron una semana después para debatir sobre la visita, sin la presencia del profesor. Se dejó claro que no se trataba de criticar, sino de explicar cómo daba clase un profesor ganador de un premio por su docencia. Se hizo que los participantes se centraran en la forma de dar clase más que en el profesor. Después del debate el coordinador (el primer autor) proporcionó al profesor un resumen del debate.

Los profesores ganadores de premios a la docencia que participaron pertenecían a los departamentos de Animal Science, Anthropology, Medieval Studies, Nutrition, Physics, Psychology, y Studio Art. Los participantes provenían de 22 departamentos (de humanidades, ciencias sociales, ciencias de la vida, matemáticas, medicina y veterinaria). Muchos de los participantes tenían experiencia y a menudo eran ellos mismos buenos profesores. En la discusión de formato libre dedujimos elementos los unos de los otros y compartimos útiles técnicas docentes. Además de ser una buena fuente de ideas, el Club de la Clase proporcionó a los profesores que se preocupan por su docencia una oportunidad de interaccionar y ayudarse mutuamente.

Esta función es especialmente útil en una universidad centrada en la investigación (de tipo Research I en EE.UU.) , en las que la docencia a menudo ocupa un segundo lugar respecto a la investigación.

Asistir a clases de tantos campos distintos fue estimulante y entretenido. Incluso cuando no entendíamos completamente el contenido, observar la pedagogía y la respuesta del alumnado fue útil. Se apreciaron bastantes diferencias en cuanto al uso de tecnología. Un profesor ganador de premios a la docencia empleó imágenes profesionales creadas con PowerPoint, con sonido y animaciones. Otros dieron clase desde el podio al igual que hicieron sus antecesores un siglo antes. Todos los profesores utilizaron la pizarra, pero algunos más que otros. Uno de los profesores ganadores de premios a la docencia llenó diecisiete pizarras (las contamos) con fórmulas y ejercicios que escribió y borró a lo largo de una hora. Los estudiantes no parecían perder interés (aunque la escritura del profesor fue más lenta a partir de la pizarra 12, y cometió errores que corrigieron los alumnos). Los estudiantes estaban sentados, embelesados, y no se fueron hasta que terminó la clase. No observamos a ninguno leyendo el periódico o comiendo. Al terminar preguntamos a los estudiantes sobre lo escrito en la pizarra. Les gustaba porque mostraba el desarrollo de una solución.

Saberse los nombres de los estudiantes suele considerarse un indicativo de buena docencia. En el caso de nuestros profesores ganadores de premios por su docencia, había una gran diversidad sobre el conocimiento y uso del nombre de los alumnos. Bastantes estudiantes de clases de entre 80 y 100 alumnos conocían a sus estudiantes por el nombre en la tercera semana de la asignatura, y les llamaban por sus nombres. Otros sólo conocían los nombres de unos cuantos estudiantes al acabar la asignatura, y nunca les llamaban por su nombre.

Nunca antes nos habíamos reunido con un grupo de colegas interesados en la docencia para discutir seriamente la práctica docente de un colega. Si bien hemos asistido a innumerables clases y coloquios, casi siempre nos habíamos centrado en el contenido en las conversaciones posteriores. Cuando nos fijábamos en la forma de dar clase, generalmente era en relación a una audiencia avanzada y especializada. El Club de la Clase fue nuestra primera oportunidad de observar la interacción entre estudiantes y profesorado en la clase, y de discutir posteriormente, sin tener al profesor delante y sin conexión con ningún procedimiento de evaluación de méritos. Centrarnos en profesores ganadores de premios a su docencia redujo la ansiedad provocada tanto en el profesor como en los visitantes por temor a una evaluación negativa.

Aprendimos a retener nuestros juicios sobre la respuesta de los estudiantes a los profesores. En muchos casos las razones por las que un profesor había ganado un premio eran obvias. Al oirle en clase estábamos excitados por el material, queríamos saber más sobre la materia y envidiábamos a los estudiantes matriculados en su clase. En un caso el profesor parecía aletargado y la presentación errática. Durante nuestra discusión posterior, consideramos que la clase había sido satisfactoria pero no excepcional (no era mala). Sin embargo nuestra tibia evaluación no se reflejó en la evaluación de los estudiantes. Incluso cuando el profesor "hablaba a la pizarra", mostraba transparencias de imágenes demasiado pequeñas para poderse leer desde el final de la clase, o cuando saltaba de un tema a otro sin avisar, los estudiantes le prestaban atención y eran receptivos.

El Club de la Clase nos ayudó a crear una comunidad de profesores eruditos. El principal beneficio obtenido a partir de las observaciones fue la obtención de nuevas formas de mejorar nuestra propia docencia, más que la evaluación de profesores que ya eran considerados como excelentes. En nuestros debates solemos volver a los lugares comunes del entusiasmo con la materia y su conocimiento, de la organización y claridad de la presentación, y del respeto a los estudiantes, como criterios de una buena docencia; pero ahora tenemos una apreciación mucho mayor por la amplitud y el ámbito del arte de dar clase.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Really amazing! Useful information. All the best.
»

Anónimo dijo...

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