Dejen de cazar a los tramposos tecnológicos
Ira Socol
Mientras leía The New York Times la semana pasada, tropecé con un artículo que me indignó. “Colleges Chase as Cheats Shift to Higher Tech” detallaba la lucha que llevan a cabo algunos profesores contra las nuevas formas de copiar basadas en el uso de tecnología como Internet, iPods, teléfonos móviles y agendas electrónicas. El tono del artículo era de consternación ante el colapso de la moralidad en la educación. Conforme el artículo iba ocupando mejores posiciones en el escalafón de los artículos más comentados en la lista de correo electrónico del sitio web del Times, mi indignación fue en aumento.
Son pocos los que quieren ser cogidos defendiendo que es bueno copiar, sobre todo en el mundo universitario, especialmente en estos momentos en los que en el mundo de la educación estamos luchando con todo, desde el abuso de esteroides hasta las trampas en los procesos de admisión, el fraude en el periodismo, o los casos famosos de plagio. Y en realidad nadie quiere animar ni siquiera justificar la mayor parte de las deshonestidades, dentro o fuera de las aulas. Sin embargo, siempre hay una escala de daños potenciales en la que medir los pecados de los humanos, y para mí, los peligros más evidentes de los mencionados en ese artículo no eran los comportamientos de los estudiantes que se describían, sino el hecho de que un profesor de periodismo citado en el artículo esté usando el valioso tiempo de clase de la universidad en hacer tests de ortografía (el artículo dice que el profesor "sorprendió a unos estudiantes intentando utilizar una herramienta de ortografía en un examen en el que había una parte que trataba de medir el nivel de ortografía de los alumnos") y que tantos profesores y personal administrativo de las universidades de EE.UU. no estén dándose cuenta de dónde reside el verdadero problema.Como estudiante de posgrado y como profesor, he llegado a la conclusión de que yo le doy la bienvenida al mundo actual, en su manifestación de tecnología ubicua contemporánea, a este ridículo entorno de la educación superior. Debo así mismo dar la bienvenida a estos nuevos métodos de copiar, porque, quizá, sólo ahora, bajo la presión de esta sublevación de estudiantes fuertemente armados, los profesores de los institutos y de las universidades comenzarán por fin a adaptarse a las nuevas realidades, y comenzarán a enseñar realmente y a facilitar el aprendizaje, evaluando mejor a los estudiantes.
Los tests de ortografía de este profesor son un objetivo fácil para la crítica, pero no es un caso aislado. En aulas y aulas a lo largo y ancho del país, se pide a los estudiantes que memoricen y regurgiten datos triviales, en lugar de gastar el tiempo en que aprendan lo que es esencial en el siglo XXI. Tal como preguntaban en una carta a los editores del Times, "¿por qué en la actual sociedad de la información, en la que en todas las áreas del saber salvo en las más especializadas hay una abundancia de información difícilmente manejable por una persona, no se está enseñando a los estudiantes en las universidades cómo investigar, organizar y evaluar toda la información que hay ahí afuera?". ¿Por qué, debemos preguntarnos, un profesor de periodismo en 2006 está evaluando habilidades de las épocas de la máquinas de escribir y de la linotipia?
Yo sé que los periodistas utilizan grabadoras, PocketPCs y portátiles, escriben sus noticias electrónicamente con software que tiene corrección ortográfica, y las envían electrónicamente a sus editores. Si el catedrático de periodismo del artículo del Times está enseñanado ortografía (y si no está enseñando ortografía, ¿por qué tendría que estar evaluando esa destreza?), no está utilizando ese tiempo para enseñar habilidades (enseñar cómo configurar apropiadamente el software de corrección ortográfica, y el de predicción de textos mientras se escribe, cuándo sí y cuando no utilizar correctores gramaticales,...) que serán esenciales para la supervivencia profesional de sus estudiantes.
Desde hace mucho es un pequeño y sucio secreto del mundo universitario el que los malos profesores y los malos problemas provocan que los estudiantes se copien. Si el aprendizaje de una lista sin sentido de hechos es lo que se evalúa, si la ortografía es lo que se mide, si la memorización de ecuaciones es el objetivo de un curso, los estudiantes pueden copiar y copiarán. Quizá deben copiar. Como escribía en una carta relativa al artículo del Times el profesor Daniel Newsome del John Jay College: "En el mundo real utilizamos chuletas a todas horas. ¿Por qué no hacerlo en la escuela? La vida es demasiado corta como para gastarla en luchas contra el mundo real y luego quejarse constantemente del resultado. Adoptemos las copias... pero démosle quizá un nuevo nombre". Si por el contrario el procesamiento de información es lo importante, si lo que se busca son soluciones creativas, si les pedimos a los estudiantes que desarrollen nuevas síntesis, entonces habrá muchas menos copias, y será mucho más difícil hacerlas, el uso de la tecnología será esencial y el aprendizaje será mucho más relevante.
Tenemos que enfrentarnos a los hechos. Si necesito una respuesta rápida fuera de la escuela y no puedo acordarme de lo que debería saber, utilizaré Google para buscarlo, o llamaré a alguien, o le enviaré un mensaje preguntándoselo por SMS o por correo-e. Si sé cómo utilizar estas tecnologías eficaz y eficientemente, encontraré la respuesta a través de alguno de estos medios, que me proporcionarán la información esencial que ando buscando. Esto no es copiar, es la vida misma. Sólo en un aula se considera que esto es lo "incorrecto". En cualquier otro lugar este comportamiento se ve como "inteligente", porque todos sabemos que no podemos saberlo todo.
Fuera de las aulas están por todas partes los teléfonos móviles, las PDA, los PocketPC y el acceso a Internet, porque los necesitamos y los usamos en nuestras vidas dirigidas por la información. Pero dentro de las aulas, son precisamente estas habilidades que los humanos necesitamos para triunfar las que son desaconsejadas y vistas con alarma. Por ello las escuelas no enseñan a utilizar eficazmente Google o los SMS. No se enseña a colaborar. Apenas se enseña a comunicarse utilizando poco más que la prosa artificial que sólo utilizan los académicos. No es de extrañar que no se prepare a los estudiantes más para que para seguir en la universidad.
"Si gastasen tanto tiempo en estudiar como gastan en copiar", decía un decano de la Universidad de Nevada en Las Vegas en el artículo del Times, "todos sacarían matrículas de honor". La pregunta que habría que hacerle al decano es, ¿en qué obtendrían la matrícula de honor? ¿En reescribir la Wikipedia para agradar a un profesor? ¿En deletrear correctamente una palabra? ¿En regurgitar información que cualquier usuario de buscadores de Internet podría encontrar en 30 segundos? Quizá las habilidades que los que copian están aprendiendo son las más útiles. Estas habilidades les conducirán más lejos de lo que conseguirían aprendiendo de memoria cómo se deletrean palabras, o listas de fórmulas, de términos científicos o de fechas históricas.
Lo que debe aprenderse mediante la educación es a procesar esta información que está disponible instantáneamente. ¿Cómo se encuentra lo que buscas? ¿Cómo se comprueba la calidad y la precisión de la información? ¿Cómo se citan las fuentes y se evita caer en el plagio? ¿Cómo se investigan las fuentes de otros o se determina cuándo otros han podido plagiar? A los tres días de publicarse el artículo del Times este mismo periódico tuvo que retractarse por una noticia que habían publicado en portada. La publicación destacada de información falsa podría haberse evitado, según admitió el editor del periódico, si los periodistas simplemente hubiesen buscado en Google sus propios artículos. Nada podría ilustrar mejor la necesidad de cambiar los programas de estudios.
Otro aspecto a tratar es el de la discriminación en la educación. Cuando las escuelas luchan contra la tecnología, están combatiendo contra el acceso a la educación por parte de la gente que aprende y funciona de manera diferente. La tecnología, desde los ordenadores hasta las calculadoras o los teléfonos móviles, permite que una gran variedad de estudiantes que quedarían fuera de otro modo, puedan participar y conseguir resultados. La tecnología en manos de todos los estudiantes permite que los impedidos y los que tienen déficits funcionales puedan ser integrados de manera transparente de forma que se puedan generar conocimiento, incrementarlo y evaluarlo de manera equitativa para todos.
Por ello, no, el problema no está en las copias. El problema es estrictamente de técnicas de enseñanza y de evaluación. No se resolverá hasta que los profesores se den cuenta de que es la comprensión y la habilidad de trabajar con el conocimiento lo que importa, y que cualquier información que esté accesible en Google, o que pueda almacenarse en tu calculadora, o conseguirse a través de un SMS o de una llamada por teléfono, no tiene por qué ser aprendida de memoria, ni evaluada, porque, es obvio, siempre podrás buscarla en Google, o almacenarla en tu teléfono, o hacer que te la envíen por SMS.
3 comentarios:
Nice colors. Keep up the good work. thnx!
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