sábado, abril 26, 2008

¿Que inventen ellos? Según qué, y a qué precio, ¿por qué no?


(vía IFTF) Christopher T. Hill () es catedrático de política pública y tecnología en la School of Public Policy de la George Mason University en Fairfax, Virginia, EE.UU. En una columna de The New York Times de esta semana se referencia una artículo de Hill en la revista de la National Academy of Sciences en el que analiza la "Sociedad postcientífica".

Según Hill la ciencia y la tecnología continuarán jugando un papel vital en la innovación pero los ingredientes críticos del éxito económico estadounidense es muy probable que vengan de otras disciplinas. El número creciente de científicos en países emergentes como China e India, lejos de ser una amenaza para los EE.UU., puede ser una oportunidad. En esta nueva sociedad postcientífica, la reducción de costes de la investigación puede ser aprovechada para generar nuevos productos y servicios que si bien se apoyan en esos avances científicos, obtienen el mayor valor añadido gracias a la innovación en diseño de productos, mercadotecnia y finanzas, áreas en las que los EE.UU. pueden incrementar su actual posición de liderazgo.

Para Hill, no sería tan problemático el que no se estén formando científicos en los EE.UU. Establece un paralelismo con la economía actual, en la que los bienes materiales no se manufacturan en los EE.UU. sino lejos de sus fronteras, a precios muy bajos, si bien la economía que mejor sabe aprovechar esta situación es la estadounidense. Lo mismo ocurrirá en la sociedad postcientífica con los bienes no materiales científicos (fórmulas, ideas, resultados de experimentos), que serán producidos en países lejanos, a bajo coste, siendo los mayores beneficiarios aquellos países que mejor sepan convertirlos en productos y servicios.

Un ejemplo que ya está ocurriendo es la investigación que justificó el Premio Nobel de física del año pasado. Lo obtuvieron un francés y un alemán, pero fueron compañías estadounidenses como Seagate las que convirtieron en productos y por tanto en beneficios los descubrimientos científicos financiados por países europeos. Los científicos de Seagate no invirtieron en ciencia fundamental, sino que investigaron en como convertir un descubrimiento foráneo en un producto.

El paralelismo con la agricultura es interesante también. ¿Deben seguir invirtiendo los países occidentales en las subvenciones para mantener su propia producción agrícola, o comprar a precios bajos en otros países? ¿Deben seguir invirtiendo en ciencia básica los países occidentales, o por el contrario deben ir trasladando su "producción" a países como China e India, vendiéndoles a estos países productos y servicios desarrollados gracias a los avances científicos chinos e indios?

Según el artículo del NYT, cada vez hay menos científicos en EE.UU. investigando en "problemas abstractos desligados del mercado". Es cierto que se necesita este tipo de investigación, pero la cuestión es quién debe hacerla, y a qué precio.

En el interesante artículo publicado en la revista de la National Academy of Sciences escribe Hill:

El descenso del interés que muestran los jóvenes estadounidenses en seguir una carrera en matemáticas, ciencia o ingeniería ha sido objeto de amplia discusión durante al menos dos décadas. La ley America Competes tiene uno de sus principales focos en la promoción de nuevos programas y financiación para tratar de paliar este descenso.

Es de notar que el diálogo en la sociedad sobre este asunto se ha producido prestando relativamente poca atención a la ley de la oferta y la demanda. Es lógico pensar que los alumnos potenciales de matemáticas, ciencia e ingeniería estén observando que la competencia proveniente del extranjero es creciente al tiempo que los salarios para los licenciados en algunos campos de la ciencia se han estancado o han bajado. El economista de la universidad de Harvard George Borjas ha mostrado recientemente que ha habido un incremento del 10% en el número de doctores debido a la inmigración, lo que ha reducido los salarios entre un 3 y 4%. Un estudiante que se plantee si iniciar o no una carrera profesional de ciencias, que habitualmente requiere un doctorado, debe seguramente ser consciente de la competencia a la que se enfrentará en el mercado de trabajo proveniente de científicos del resto del mundo, ya sea porque emigren a los EE.UU. o porque realicen su investigación en otros países con sueldos menores que los estadounidenses. Dado que la competencia en matemáticas y ciencias fundamentales ha crecido en todo el mundo, estos campos no pueden resultar tan atractivos a los estudiantes estadounidenses como lo fueron en el pasado. Si fuera cierto que los EE.UU están en el umbral de un futuro postcientífico, los jóvenes de hoy día estarían adoptando la decisión correcta al centrar sus energías en alternativas alas ciencias y las matemáticas.

[...]

En la sociedad postcientífica el éxito no depende de la especialización, sino que se apoya en la integración, en la síntesis, la creatividad, el diseño y la imaginación.

Fijémonos en dónde se halla hoy la acción en el sector tecnológico de la industria estadounidense. Es en las tecnologías de la información, en la producción de multimedios, la compra en el web mediante un click, los buscadores, los sistemas de descarga de vídeo y música, los teléfonos multifunción celulares e inalámbricos. Por su puesto que estas aplicaciones se apoyan en una infraestructura muy sofisticada de redes, ordenadores y servidores, sistemas software, dispositivos de almacenamiento masivos y otras tecnologías. A su vez éstos se apoyan en las ciencias fuindamentales de los materiales, en el tratamiento digital de la señal, en algoritmos, métodos avanzados de medición y otras disciplinas básicas. El valor añadido y la generación de bienestar están ocurriendo sin embargo en el nivel de más arriba de esta jerarquía, y no es porque la gente y las instituciones del nivel más alto sean mucho más inteligentes que los otros, sino porque se enfrentan a una competición menor del resto del mundo.

Sobre el impacto que tendrá la sociedad postcientífica en la educación dice Hill:

The most important part of the NIS is always the part devoted to preparing the next generation of people who can participate successfully through innovation, wealth, and job creation. In the post-scientific society, the demands on innovators are very great. They must have not only a core understanding of scientific and technical principles but an equally strong preparation in business principles, communications skills, multicultural understanding, a foreign language or two, human psychology, and one or more of the creative arts. Their education must emphasize making connections among ideas, people, organizations, and cultures, often across boundaries that no one has thought to try to cross before. Some contemporary observers point with great unease to the networked way of life of today’s young people. I would argue that, even as computer games helped to prepare the current generation of computer-literate Americans, so will their experience in building a hypernetworked world prepare them for the opportunities to come.

I am not arguing for a reduction in the role of science and technology in the education of the next generation; rather, I am arguing that we must find new ways to make scientific and technological literacy a part of the education of all students who wish to play significant roles in the post-scientific society. At the same time, we must avoid making tragic errors in educational practices and policies that would leave our next generation ill-prepared. This could happen if we focus too heavily on the skills our parents needed in the past rather than on the skills our children will need in the future. It is distressing that K-12 school systems are finding it necessary to cut back on education in integrative subjects such as geography and languages, as well as on the arts, in order to focus on developing basic skills in math and reading to meet the demands of the No Child Left Behind Act. It would be most unfortunate if some of our students were left behind in math and reading, but it would put the country’s future at risk if an entire generation were left behind in the race to the post-scientific society. We have to be certain that we emphasize what we want, for we shall surely get what we emphasize.

What about advanced education and research? Again, we need to maintain a cadre of scientific and engineering researchers who can work with confidence at the frontiers of human knowledge. They must, however, be able to do so in a networked world where collaboration across the world is as easy as collaboration down the hall, and is probably more productive because it involves diverse perspectives on problems and their solution. In the next few years, it may be desirable to reinstate the foreign language requirement for the Ph.D. in science and engineering, not to put up additional barriers to success but to emphasize the multicultural basis of good practice. Programs for study abroad should expand their reach to include students in science and engineering as well as the humanities and social sciences. Further emphasis should be given to hybrid educational programs, such as the professional science master’s degree promoted by the Sloan Foundation, that add strong skills in business, public policy, culture, and creativity to the foundation of science laid down in the undergraduate years.

Higher education is beginning to respond to the demands for new kinds of programs to meet the needs of students and employers interested in multidimensional, multidisciplinary educational experiences. For example, an increasing number of universities are offering degrees and concentrations in fields such as information technology, multimedia production, entrepreneurship, service science, innovation studies, creativity, and other cross-disciplinary fields. Whereas just a couple of decades ago universities tended to treat interdisciplinary work as an intrusion into the “real” work of the institution’s disciplinary departments, today the ability to inspire and lead such work has become a standard expectation of university administrators. Companies are stepping up the hiring of social and behavioral scientists, artists, designers, and poets. In recognition of some of these trends, the National Science Foundation (NSF) has expanded its collection of data on industrial R&D to include activities in the service sector and on academic R&D to include more nonscientific fields.


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