miércoles, noviembre 29, 2006
Homines dum docent discunt
Los hombres aprenden cuando enseñan, decía Séneca. El catedrático Robert Scholes dice algo parecido en el artículo Learning and Teaching, en el que analiza lo que ha significado para la carrera académica la introducción de la investigación en las humanidades: inflación de publicaciones que nadie lee. Robert Scholes es catedrático de investigación en cultura moderna y medios, en la Universidad de Brown (EE.UU.)
Propone soluciones a la calamitosa situación en la que se encuentran; desde alargar los estudios de doctorado (¿aún más?), hasta eliminar de las humanidades lo que conlleva la falsa investigación a la que se ven obligados a jugar para poder escalar en la carrera académica: publicación de textos que nadie lee y que poco o muy poco aportan al saber de la comunidad, en detrimento de las clases y las publicaciones recopilatorias sobre trabajos de otros, que si bien no se pueden catalogar como nuevas aportaciones, y por tanto no son consideradas como investigación, han servido, y mucho, en el pasado para aprender y enseñar, objetivo último de la comunidad académica, al menos en el ámbito de las humanidades, dice Scholes.
Repercusiones del caso Hwang
Javier Sampedro describe brevemente las repercusiones que ha tenido el caso Hwang en el proceso de publicación en prestigiosas revistas científicas como Science y Nature. Resumiendo: mayor desconfianza y exigencia a los investigadores.
domingo, noviembre 26, 2006
Reivindicación de la clase magistral
Para estos profesores cualquier alternativa es buena: PBL (Problem Based Learning), Aprendizaje Colaborativo, Seminarios,... cualquier cosa antes de tener que preparar y luego dar una de esas "rancias" y "reaccionarias" clases tradicionales o magistrales. Para apoyar sus argumentos, dado que en la mayoría de los casos no hay razones defendibles en público, ¿qué mejor que afear la conducta de los que sí preparan y "dan" sus clases, tildándolos de inamovibles y vagos por no querer innovar?.
Conozco no pocos colegas que enseñan en titulaciones experimentales en las que existen clases de teoría y de prácticas en el horario (debiendo haber en ambos tipos de clase un profesor presente) que no son conscientes de que, si estuvieran haciendo su trabajo, ya llevarían años adaptados al EEES en cuanto a metodologías se refiere, aplicando, aún sin saberlo, PBL, Peer Instruction y Aprendizaje Colaborativo en las clases de prácticas. En muchos casos estas clases de prácticas tienen los mismos créditos que las de teoría: permiten que el alumno trabaje, junto al profesor, para aprender haciendo, y para aplicar el conocimiento adquirido en la transferencia de conocimiento que va teniendo lugar en paralelo, simultáneamente, en las clases magistrales. Sin embargo estos profesores a los que me refiero no preparan prácticas, ni las corrigen, ni siquiera asisten a las clases de prácticas (eso es trabajo del alumno, aducen). Ahora pretenden dejar de hacerlo también a las de teoría, argumentando que van a utilizar una nueva metodología que sin embargo ya deberían estar utilizando desde hace lustros en sus clases de prácticas, si hubieran estado haciendo su trabajo.
Hay quien, harta de tanta unanimidad acrítica con las nuevas metodologías, y saltándose lo "pedagógicamente correcto", se atreve a escribir a favor de la clase magistral como uno de los instrumentos más eficaces y probados desde hace miles de años para facilitar el aprendizaje del alumno medio; para el alumno sobresaliente vale cualquier método, hasta el profesor discente/ausente. Mary Burgan, ex-secretaria general de la American Association of University Professors (AAUP), ha escrito en la revista Change un artículo al respecto titulado In Defense of Lecturing.
viernes, noviembre 24, 2006
Mil estudiantes vigilan la asistencia a clase de sus profesores
jueves, noviembre 23, 2006
Bolonia for not-so-dummies
El efecto cumulativo de tanto leer y oír sin poder decidir a qué atenerme desbordó los muros de contención que tengo previstos para tales casos. Así que, venciendo la repugnancia que me producen las reformas de planes de estudios tras las dos o tres perfectamente inútiles que ya llevo vividas, y levantando la presunción de sabiduría y prudencia que mantengo por principio a favor de las autoridades, decidí dedicar un tiempo a enterarme por mí mismo del asunto, influido también, no debo ocultarlo, por el hecho de ejercer como docente de Sociología de la Educación, materia a la que el tema no le es del todo ajeno, aunque sea más propio de otras como Educación Comparada o Política Educativa. El tiempo que he dedicado a este estudio no ha bastado para convertirme en nada cercano a un experto, según yo mismo noto en la cantidad de cosas que ignoro o no acabo de entender bien; pero sí para ponerme en la obligación moral de compartir lo aprendido. Espero que nadie se tome a mal si aprovecho además para añadir algunas reflexiones de mi propia cosecha.
Anticipo las tres conclusiones más importantes a que he llegado tras mi modesto estudio. La primera es que, en efecto, la única cuestión sustantiva es la de las competencias profesionales que se concedan a los estudios cortos y a los largos. La segunda es que el programa de Bolonia no conduce ni siquiera lógicamente a los objetivos que dice pretender. La tercera es que en cualquier caso nuestra ordenación universitaria actual está ya tan adaptada al Espacio Europeo de Educación Superior (en adelante EEES) como cualquier otro país y que estamos haciendo oro ejercicio de hipereuropeismo. Voy a justificar brevemente estas conclusiones, dejando para otra ocasión un análisis sociológico de las razones que mueven a acometer unos cambios que no necesitamos.
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martes, noviembre 21, 2006
Online knowledge and the incandescent future of the university
Welcome to Princeton. This may be your first Princeton lecture, but it's not a typical one. For one thing it's the only time you'll be in a class of size more than 1000! Also, lectures usually involve slides or vugraphs, or at least a blackboard. When Hal told me this lecture would be in this room and that no audio-visual aids would be possible, I realized the challenge: we've all been on vacation all summer, and now we have to deal in ideas, face-to-face. No slides. No movies. No organist. Not even any Internet access. Well, at least the experience ties in with the topic of this lecture, as you'll see.Many of you have probably not done much academic work since you opened that thick envelope from Fred Hargadon. Right? The purpose of this lecture is to set your minds in motion, because you'll need them in gear at full speed when classes start on Thursday.
The topic that I've chosen for this purpose is the prospect of having all knowledge online, and its implications.
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sábado, noviembre 18, 2006
sábado, noviembre 04, 2006
Report about the state of teaching in english universities
Article published by the Guardian about a report on the state of teaching in british universities:
The figures suggest, for instance, that a student's workload of teaching and private study at the University of Central Lancashire might be only just over 19 hours a week compared to 43.7 hours at Cambridge and 35 hours at Oxford.
The two most famous universities retain the tutorial system and top the workload tables but this may be in part be explained by their shorter eight-week terms.
However, students at newer universities created since 1992 - many former polytechnics and colleges of higher education - are more likely to get a higher proportion of teaching by academics.
In the more research-led older universities, only about half the tutorials in some subjects such as computer science, social studies and business studies, are taught by academics. Much teaching is done by research students or postdoctoral researchers who need experience for future academic roles.
Only 11% of students say that university overall has been worse than expected, but another 40% say it is "better in some ways, worse in others", indicating that more than half find some aspect of their education disappointing. One in five students thinks their university's prospectus misleading is some ways.
La universidad cautiva (por la empresa)
The Athlantic Monthly, una clásica y prestigiosa publicación estadounidense, publica este mes un artículo titulado The Kept University. Sus autores, Eyal Press y Jennifer Washburn, analizan en profundidad la relación entre la industria y la Universidad en EE.UU. A través de numerosos ejemplos describen un panorama preocupante, en el que las compañías utilizan su dinero para determinar en qué áreas se investiga en las universidades, alterando de manera significativa el funcionamiento de los centros públicos y privados de investigación, y alejando a los que en ellos desarrollan su labor científica de las prácticas comúnmente aceptadas: búsqueda imparcial de la verdad mediante la publicación de resultados, crítica abierta y razonada, etc.
El caso de la firma suiza Novartis (antes Sandoz), que vertebra gran parte del artículo, es representativo del tipo de distorsiones causadas con la entrada de la industria en la Universidad: gracias a sus inversiones en el departamento de plantas y biología microbiana. de la Universidad del estado de California en Berkeley, llegó a sentar en el comité de investigación de 5 miembros que decide cómo se gasta el dinero el departamento a dos miembros representando a la empresa. Los departamentos menos apetitosos para la industria por la imposibilidad de patentar sus resultados de investigación, llegan incluso a desaparecer, como ocurrió en esa misma universidad. El caso Novartis ha creado un enfrentamiento serio entre los alumnos y el profesorado y personal administrativo del departamento "comprado" por Novartis por 25 millones de dólares.Algunas de las prácticas repudiables que la llegada del dinero proveniente de financiación privada a las universidades está provocando son las siguientes: retraso de la publicación de artículos científicos para tener tiempo de patentar tecnologías sufragadas por la industria, prohibición a los investigadores de hablar sobre sus resultados con colegas, amenza a investigadores con posibles juicios si hacen públicos sus descubrimientos sobre posibles anomalías de técnicas o productos que pudieran influir negativamente en la cuenta de resultados de la industria que financia al investigador, alteración de los contenidos de las publicaciones científicas para que no resulten perjudiciales a la empresa, etc.
También las materias que estudian los alumnos están determinadas en muchos casos por la financiación de la empresa privada. Por ejemplo, en la Universidad George Mason de Virginia se adaptó el currículum siguiendo el dictado del gobernador del estado, quien urgió a la universidad para que formasen a alumnos que pudiesen luego engrosar las plantillas de las empresas de alta tecnología. Cabe preguntarse si esto es algo realmente repudiable o corresponde a una Universidad no alejada de la necesidad de la sociedad que la sostiene y a la que da sus frutos. En el caso relatado las áreas que sufrieron recortes fueron las de humanidades; otras universidades estadounidenses realizaron ajustes en sus currículums similares en los años 90.
No todo es negativo sin embargo. La relación entre Universidad y empresa ha permitido que EE.UU. sea líder en un sector como el de la biotecnología. El artículo estudia esta sinergia entre la investigación y la creación de industrias a las que se transfieren los resultados de la investigación. En algunos casos las universidades llegan a invertir su patrimonio en las empresas creadas para explotar tecnologías de sus propios investigadores, lo que de nuevo vuelve a plantear serios problemas de independencia, esta vez a nivel de toda la institución. La Universidad de Stanford está incluso creando marcas que explota comercialmente junto a empresas. Las marcas, a diferencia de las patentes, no expiran, y permiten obtener beneficios indefinidamente. El conflicto es claro: las universidades están exentas de pagar impuestos, pues se considera que éstas generan un bien público, difícil de conseguir por otros medios. Mas, si las propias universidades se convierten en organizaciones con ánimo de lucro, el propio objetivo del sistema universitario (avanzar el estado de la ciencia y generar conocimientos de los que toda la sociedad, y no sólo unos cuantos, pueda beneficiarse) peligra.
Estos conflictos evidentes han llegado a desencadenar situaciones dramáticas, como el caso del estudiante Peter Taborsky, encarcelado tras perder un juicio que le puso su propia Universidad, la universidad estatal del sur de Florida, y la empresa que patrocinaba parte de la investigación que Peter realizaba. El motivo: tanto la universidad como la compañía trataban de apropiarse de los hallazgos de Peter, de los que pretendían lucrarse en el futuro.
Una de las consecuencias de este desmadre es que las universidades están empezando a gastarse cantidades inmensas de dinero en despachos de abogados para proteger los hallazgos en ellas realizados. En algunos casos la factura pagada a abogados supera los ingresos obtenidos por las patentes por ellos defendidas.
El último aspecto tratado en el artículo es la comercialización en línea que están haciendo las universidades de los contenidos producidos por su profesorado. El mecanismo habitual consiste en ceder los derechos de propiedad intelectual a compañías privadas que comercializan los materiales docentes y pagan a cambio un canon a la universidad. En este caso las universidades se apropian indebidamente de los derechos de propiedad intelectual que detentan los profesores, lo cual es ilegal en EE.UU. Existe legislación que permite a las universidades patentar los descubrimientos de sus investigadores y compartir los beneficios generados, pero no hacerse con los derechos de propiedad intelectual de los materiales docentes producidos por los profesores. Éstos temen también que la explotación en línea de materiales docentes sea una forma de abaratar costes a las universidades, que prescinden de los puestos de trabajo de los docentes, y contratan a doctores en paro por bajos salarios para que diseñen materiales docentes para ser distribuidos a través de vídeos, redes de ordenadores, etc.
Book: Academic Charisma and the Origins of the Research University
Tracing the transformation of early modern academics into modern researchers from the Renaissance to Romanticism, Academic Charisma and the Origins of the Research University uses the history of the university and reframes the "Protestant Ethic" to reconsider the conditions of knowledge production in the modern world.
William Clark argues that the research university—which originated in German Protestant lands and spread globally in the nineteenth and twentieth centuries—developed in response to market forces and bureaucracy, producing a new kind of academic whose goal was to establish originality and achieve fame through publication. With an astonishing wealth of research, Academic Charisma and the Origins of the Research University investigates the origins and evolving fixtures of academic life: the lecture catalogue, the library catalog, the grading system, the conduct of oral and written exams, the roles of conversation and the writing of research papers in seminars, the writing and oral defense of the doctoral dissertation, the ethos of "lecturing with applause" and "publish or perish," and the role of reviews and rumor. This is a grand, ambitious book that should be required reading for every academic.
viernes, noviembre 03, 2006
Book: In Pursuit of Knowledge: Scholars, Status, and Academic Culture (Stanford University Press)
In an interview to the author of this book about academic careers:
Q: How does the quest for status shape academic careers these days?
A: Pressure for recognition has led to an undervaluation of teaching and an overproduction of scholarship that is inconsequential and unintelligible except to a few specialists. In many fields, the pursuit of status has put a premium on esoteric theory and sophisticated models, and diverted attention from potentially more useful empirical and policy-oriented publications. Faculty subject to these pressures may have too little time for advising, mentoring, administration, and public service, as well as writing for general audiences. Self-promotion also leads to unattractive behavior in many academic settings, such as panels, conferences and meetings. Academic novels delight in parodying professors intent on proving to each other just how smart they really are. Life too often imitates art.