miércoles, diciembre 06, 2006

Profesores listos y profesores tontos

José J. Erviti es profesor en la Facultad de Informática de la Universidad Politécnica de Madrid. Presentó una ponencia en el II Congreso sobre la corrupción y el acoso en la universidad pública española titulada La reciente evolución de la corrupción universitaria. También disponible en (.doc) para imprimir y colgar en tablones:
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La primera taxonomía de los profesores universitarios los clasifica en: los listos, que no dan clases o tienen una carga docente ínfima, y los tontos, que son los que dan clases, atienden a los alumnos y no realizan proyectos de innovación pedagógica a la boloñesa.
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En los tiempos recientes, las actividades de evaluación de la calidad han pasado a ser controladas por Agencias y es en este nuevo ámbito donde evoluciona la corrupción. Antaño la promoción en la Universidad pasaba por llevarle la cartera al catedrático, hoy hay que fabricarse los méritos que las agencias con sus expertos establecen. Parece que las Agencias evitan lo de llevar la cartera, pero generan otro tipo de sumisión a los grupos que controlan la fabricación de méritos y su evaluación posterior.
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Una de las características de la ACAP es la de ser una institución diseñada para eludir responsabilidades de los evaluadores y expertos. Su funcionamiento es siniestro, pero se vende como transparente y objetivo.

La ACAP elabora baremos de evaluación que aplica a los profesores con efectos retroactivos, y que no se atienen a las condiciones con las que aquellos fueron contratados, sino que esos baremos son una decisión arbitraria tomada por los "expertos" para imponer la calidad "a posteriori".

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Por otra parte, los ideólogos (expertos), quedan libres de todo control de sus actuaciones en las Agencias, Ministerios y Consejerías. ¿A qué sociedad rinden cuentas los expertos?

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Aunque proclame su independencia, dado que la acreditación es condición "sine qua non" para poder ser contratado, la ACAP está negando los derechos laborales de los profesores que llevando muchos años en la Universidad, y habiendo cumplido a plena satisfacción de alumnos y de la Universidad sus funciones, se ven obligados a someterse a sus evaluaciones. La ACAP está negando a profesores doctores la posibilidad de ser contratados con su titulación de doctor y les "concede" acreditaciones de colaborador para que cobren lo menos posible: La ACAP busca “calidad” al menor precio, lo que contradice las leyes del mercado en las que la “calidad” se paga.

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La corrupción estructural tiene nuevos ámbitos de desarrollo en las nuevas regulaciones de la Universidad. Sería deseable no conformarse con tratar de paliar con una gestión honrada en los cargos académicos o políticos los desastres y falsificaciones que la corrupción inherente al sistema ocasiona. Sería deseable apostar por no tragar con las falsificaciones de este tinglado evaluador, como ha hecho el matemático ruso Perelman al no publicar en revistas de impacto su demostración de la conjetura de Poincaré y colgarla en la red.

Los debates científicos importantes, los que pueden ocasionar descubrimientos al estudiar los problemas planteados, no están en las revistas con índice de impacto, se desarrollan fuera.

Para terminar diré que: El régimen del bienestar se halla condenado a la producción masiva de inutilidades y las Universidades no escapan de esa condena, porque la dinámica de la evaluación de méritos obliga a la producción masiva de publicaciones perfectamente prescindibles, pero que, valoradas al peso o en “esa grotesca casa de citas que tiene su sede en Filadelfia" (según expresión del destacado catedrático de matemáticas D. Antonio Córdoba el pasado 4 de enero en El País), generan la “calidad” y la “excelencia” necesarias para la promoción personal, que es lo que está en juego para los autores.


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